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Ella es la causante de mi amor por servir.


En esta época de diciembre es normal escuchar a las personas hablando de donaciones, voluntariados y entrega de regalos pues es un mes donde las emociones y la sensibilidad se ponen a flor de piel y donde creemos que es el momento indicado para dar un granito de arena a todos aquellos que lo necesitan; pero ¿por qué esperamos todo un año para experimentar una de las mejores sensaciones que hay en el mundo?….


En la vida he tenido la fortuna de toparme con personas que me han impulsado y ayudado en todo este proceso de recargo de baterías, personas que me han demostrado el valor de la amistad, de la solidaridad y del trabajo desinteresado y aunque en mi familia siempre lo vi reflejado en mi abuelita, no lo aplique hasta hace unos años.


Cilia Ayalde de Troncoso es mi abuela materna, una mujer oriunda del Cerrito, Valle del Cauca que dedicó toda su vida al servicio de los demás, ella era el claro ejemplo de la persona en la que yo quería convertirme cuando creciera.


Recuerdo una vez que ella llegó a mi casa pidiéndome todos los juguetes que no usaba, yo me puse a llorar pues no entendía porque los iba metiendo en una bolsa mientras me explicaba que otros niños los disfrutarían más. Me acuerdo que lloré, grité y hasta patalee (algo normal para una niña de 7 años). Días más tarde viajamos a Ibagué (ciudad en la que ella vive hace más de 50 años) y lo primero que hizo fue hablarme de un lugar llamado el “Club Rotario”, un lugar al que mi abuelita apoya de todas las formas posibles, donde ayudan a personas con algún tipo de malformación o personas que habían perdido algunas de sus extremidades, un lugar en el cual se genera confianza en ellos mismos y para apoyo físico con prótesis y terapias recobrando el valor de la vida.


Recorriendo el lugar entré a uno de los salones y vi a un niño de mi misma edad que estaba en plena terapia de agarre concientizándose de las prótesis que le acababan de poner, pues había pedido sus dos brazos. Al entrar me di cuenta que parte de la terapia era con un teléfono de cuerda blanco y rojo que yo usaba meses antes en mi casa en Medellín el cual había caído en esa bolsa negra que mi abuelita tenía en sus manos antes de viajar a Ibagué. Pues el teléfono había sido uno de los juguetes que habían escogido para donar.


Al entrar por completo al salón me di cuenta que estaba lleno de mis cosas, todos los juguetes estaban ahí en ese lugar y si les soy sincera sentí algo tan raro que no me permitió salir corriendo a cogerlos, la mirada tierna de mi abuelita me hizo entender que es mejor dar que tener, porque cuando uno da recibe de la mejor forma.


Con los años he ido fortaleciendo eso en mí, de tal forma que todo el año estoy pensando en cómo ayudarme a ser feliz por medio de chiquis que necesitan nuestro apoyo y compañía, en la mayoría de los casos piden donaciones de dinero o de alimentos sin entender que donando tiempo, espacio y amor estás haciendo un cambio significativo en nuestra sociedad.


En la universidad trabajé en un programa tipo magazine que me permitió conocer la ciudad en la que vivía y entender que somos pocos los afortunados, siempre nos quejamos por cosas que terminan siendo mínimas. Les doy un ejemplo: Para una persona que está en silla de ruedas por parálisis, la malformación en mis manos termina siendo algo pequeño comparado a lo de él , o para un niño que llora porque no le compran los últimos guantes de su super héroe favorito mi malformación termina siendo algo gigante… ves? Es relativo de que punto de vista lo veas.


Estamos en un proceso de cambio en nuestro país, un proceso de paz que cada vez se va acercando y aunque tiene dificultades y contras como todo, es un camino para la reconciliación y para entender que no hay nada mejor que realizar buenas acciones.


Es por esto que los invito a quejarse menos y dar más, los invito a quererse a ustedes mismos para poder dar amor por montones, los invito a sonreír y compartir sonrisas pero sobretodo lo invito a juzgar menos y ayudar más ( no solo en diciembre)


Les dejaré por aquí algunas fundaciones y actividades que he tenido la oportunidad de conocer de cerca para los que quieren vincularse:


Fundación sin excusas: Hace dos años nació esta fundación que tiene como objetivo reunir útiles escolares para los niños más necesitados de Colombia. El propósito es fomentar la educación, eliminando cualquier excusa para una educación digna y continua.


Fundación Peter Pan: es una fundación que trabaja para la rehabilitación integral de niños quemados brindándoles todo el apoyo en la parte psicológica, social y física a niños de escasos recursos. La fundación ayuda toda la parte quirúrgica de los niños por medio de las donaciones realizadas por todos nosotros, pero a su vez hace un acompañamiento en su proceso de recuperación.


Cali llenita: es una iniciativa que le apuesta a disminuir el hambre en la ciudad de Santiago de Cali, cada sábado un grupo de 60 voluntarios recorren cada rincón de la ciudad regalando sonrisas y comida a quienes más lo necesitan. Una actividad que les recomiendo con todo el corazón, porque va más allá de llenar barriguitas es generar una conexión con los chicos.



Cada vez hay más y más opciones para ayudar, solo es ponerse la mano en el corazón y hacerlo.

Hoy decidí contar nuestra historia... Feliz cumpleaños abuelita!


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