La inocencia de Sofía.
Villeta Cundinamarca,
Salí con unos amigos a una finca, a pasar un fin de semana con buenas charlas.
Fuimos a un chalet acogedor con varios cuartos y camas, una piscina con asoleadoras a su alrededor y una gran zona verde , por eso hacer un asado fue la mejor opción en ese momento.
Cerca estaba la casa del mayordomo Juan que vivía con su esposa y su hija de 5 años, Sofía. Quien me enamoró desde el primer momento. Era una chiquita juguetona, con ganas de comerse el mundo, salía con unos cuentos e historias que nos hacía reír a todos.
Después de grandes momentos llego el indeseado domingo que representaba la hora de devolvernos a la capital, devolverse a la rutina y a la bulla de los eternos trancones bogotanos. Cuando me despedí de todos, Juan el mayordomo me llamó aparte y me contó algo que había sucedido.
- Encontré a Sofía en el cuarto con unas tijeras en la mano y me dijo que se iba a cortar los dedos -¨papi tu no entiendes, ella puede hacer de todo y además es feliz¨-
Cuando escuche la historia que Juan quería contarme se me estremeció todo, y recordé cuan inocente pueden ser los niños. Desde su mundo aún tan libre no entienden la magnitud de sus actos, pero también demuestran el gran corazón que tienen. Ese día ella encontró algo en mí que ni siquiera yo tenía claro.
Decidí hablar con ella. La hice entender que podía ser más feliz que yo sin necesidad de ser igual a mí físicamente, que si Dios o la vida la habían enviado con sus manos completas es porque así debía ser y que no podía interferir con eso.
Ella, Sofía, me enseñó a su corta edad mucho más que lo que se puede aprender en la universidad , me enseño más que cientos de profesores, ella me recordó la esencia de la humanidad y el amor que podemos llegar a sentir con la aceptación de nosotros mismos.
La felicidad es algo que solo nosotros podemos descubrir pero en ella encontré la grandeza del ser , una persona grandototota para tan solo tener 5 años de edad.
Gracias Sofía.